martes, 1 de junio de 2010

¡Qué simpático ser pícaro!

Como siempre ocurre después de elecciones, nada nuevo. Este pueblo, narcotizado y farcotizado, no sale de la bobera desde hace tanto tiempo que pareciera que se fuera a quedar así. Debe ser que el común de los colombianos está feliz con hambre, desempleado, enfermo, sin posibilidades de estudio, pero... ¡con seguridad democrática! Está claro, se ve en las calles, que a mis compatriotas no les suena para nada aquello de cumplir la ley ni acogerse a normas; a fuerza de persistir, el mal ejemplo que han venido dando los poderosos -que ahora proceden de la mafia y no de las universidades- durante décadas, ha calado en la cultura popular trastocando completamente el significado de palabras como ética, moral, responsabilidad, justicia, solidaridad, democracia. O, quizás, ¿nunca lo aprendimos realmente? En fin, así es como nos hemos convertido en la sociedad que hoy en día da más prestigio social a un sicario con dinero que a un campesino, a un trabajador o a un estudiante. En Colombia está fuera de moda ser honesto, ahora es digno de mayor simpatía ser un pícaro.

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