lunes, 21 de mayo de 2012

La querella de Carlos Fuentes (1928-2012)

Interrogar sobre la identidad mexicana y -por extensión-, la identidad latinoamericana y su confrontación con la cultura norteamericana, constituye quizás la mayor preocupación intelectual del escritor Carlos Fuentes, recientemente fallecido en México. A continuación reproduzco un pequeño fragmento de un escrito suyo titulado "La querella del nuevo mundo", publicado en el desaparecido Magazín Dominical del diario El Espectador el 19 de mayo de 1985.

"...La frontera de dos mil quinientos kilómetros de largo entre México y los Estados Unidos es algo más que la frontera entre los Estados Unidos y México. Es la frontera entre los Estados Unidos y toda la América Latina, pues la América Latina empieza en la frontera mexicana, y los mexicanos, que en 1847 perdimos la mitad de nuestro territorio (California, Texas, Arizona, Nuevo México, Colorado, Utah, Nevada) lo sabemos muy bien.
Es la única frontera entre el mundo industrializado y el mundo en desarrollo. De allí los contrastes brutales, los conflictos económicos y el movimiento del mercado de trabajo.
Es la frontera entre dos memorias: la memoria del triunfo y la memoria de la pérdida, expresada por la famosa exclamación del dictador mexicano Porfirio Díaz: ¡Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!
La vecindad con Norteamérica ha sido un factor determinante del sentido de identidad nacional y cotidianidad cultural de México.
Hacemos muchas cosas no sólo en nombre propio, sino para defender a Nicaragua o a Chile, a Colombia o a Bolivia. La mentalidad jurídica norteamericana obra a partir de antecedentes, no de leyes escritas. Hay que impedir que ciertos precedentes se establezcan y cobren fuerza de ley.
Finalmente, esta es la frontera entre dos culturas: la cultura protestante, capitalista, nórdica, y la cultura del sur, indomediterránea, católica.
Nuestros rostros se miran a lo largo de esta frontera que acaba convirtiéndose en la frontera interior que cada uno posee. Todo latinoamericano tiene una frontera con los Estados Unidos. Y antes que el siglo termine, cada norteamericano descubrirá que tiene una frontera personal con la América Latina.
Esta es una frontera viviente, que puede ser alimentada por la información y sobre todo por el conocimiento, por la comprensión, por la búsqueda de soluciones equitativas. O puede ser devorada por la sospecha, los cuentos de fantasmas, la arrogancia, el desprecio y la violencia." (...).

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