By AlguienQue no se diga pues.
Atropellando la opinión de expertos y, cómo no, acallando la voz de los colombianos expresada a través de
representantes en diferentes grupos sociales, se aprobó y montó, a la brava -al estilo
uribesco-, ese carrusel de la muerte llamado Ley 100: entrega total de los servicios de salud a los
mercachifles particulares, acompañados como siempre de las
sanguijuelas de la corrupción. Era una muerte anunciada pero los muertos no iban a estar en el estrato social de los que la idearon:
Álvaro Uribe Vélez, su primo -hoy preso por
parapolítico- y otras joyas de la zanganería política; los muertos serían los de siempre, los pobres, y las jugosas ganancias, para los ricos. Ganancias en votos, en puestos y en dinero, montañas de dinero.
Era noticia vieja, muy vieja aunque en algunos medios se hagan los pendejos, creyendo que nosotros también lo somos, presentándola como algo nuevo. Bueno, algunos sí que lo son: no faltará el desorientado que vaya todavía a depositar su voto por lo que representan
Álvaro Uribe Vélez, su familia, sus amigos y su partido de la U.
Para colmo del descaro, el
expresidente Uribe y su brillante
exministro Diego Palacio idearon, mediante decretos de "emergencia social", la manera en que los familiares de los que viven el diario paseo de la muerte, pagarían el desfalco en el sistema de salud: con hipotecas o pignorando sus
cesantías. ¿Lo habían olvidado? Aplausos. ¡Entendemos por qué ellos son enemigos de la Corte Constitucional!
Este facsímil de El Espectador (septiembre de 2004) es apenas una
pequeñísima muestra de lo que se argumentaba hace siete años, como para no ir más lejos y como para no
abochornarnos con noticias más frescas. ¿Y la caricatura? ¡Caramba, si la había publicado desde febrero de 2010! Que no se diga pues, que es noticia nueva.